El arte del relato, su progresivo espesamiento artístico y crítico que tan brillantemente comenzara Miguel de Cervantes transmigra discretamente, pero con eficacia imparable, a lo largo de estas páginas tan sometidas, todo hay que decirlo, a las directrices de la norma moral, de la preceptiva poética y del propio gusto de un público por vez primera netamente consumista. Si, a pesar de todo, algunos fragmentos conservan para nosotros todavía el interés emotivo, la invitación gozosa al suspense de la aventura, y por qué no decirlo, la ambigua atracción del más lujoso folletín, habrá que pensar, por estricta justicia, que aquellos escritores de segunda fila hicieron, a su modo, un pequeño trecho de la historia total de la novela en el siglo XVII que todavía está pendiente de hacerse.
(De la Introducción de Evangelina Rodríguez)