El Laberinto de Fortuna es, sin duda, una de las obras más importantes de la literatura medieval española. Desde Nebrija hasta la actualidad, humanistas, gramáticos, comentaristas y literatos han elogiado el Laberinto como modelo de un estilo complejo y latinizante o por su visión nacional, aunque tampoco faltan juicios negativos; y desde la primera edición, ¿Salamanca, 1481?, hasta nuestros días el Laberinto ha sido editado casi ininterrumpidamente; además, está conservado en no menos de dieciocho manuscritos.
Tras una introducción, se cuenta cómo el poeta es arrebatado por el carro de Belona, que le lleva al palacio de la Fortuna. Guiado por la Providencia, el poeta contempla las diversas partes del mundo, y, a continuación, Ella le muestra tres ruedas: dos inmóviles, las del pasado y del futuro, y una que se mueve, que alegoriza el tiempo presente. Las ruedas contienen siete círculos ordenados concéntricamente, conforme al sistema planetario geocéntrico de Ptolomeo, y en cada uno de ellos influye uno de los siete planetas.
(De la Introducción de Maxim Kerkhof)