El cuerpo principal del movimiento igualitario lo constituyen las gentes de a pie. Quienes sólo ocasionalmente discuten de estos temas, y que nunca o raras veces asisten a un acto público en defensa de la igualdad de derecho. Que no leen prensa feminista, ni han ido en su vida a una manifestación. Que sienten un leve sentimiento de vergüenza ante los gritos, las pancartas, los ramos de perejil y las expresiones más descarnadas de indiferenciación. Pero que dan cada día un pequeño paso en el camino de la igualdad. Que buscan para la segunda generación (las hijas) una libertad y un conocimiento que ellas no tuvieron. Que se apartan de la generación anterior (las madres) en los modelos de dependencia que no quieren para sí mismas.