Si la modernidad, entendida como la tendencia más adelantada de la vanguardia en los años veinte, ha podido ser considerada, aunque sea hiperbólicamente, como patrimonio de Gómez de la Serna, no debe cabernos la menor duda de que la reflexión sobre lo más característico de su obra sigue siendo pertinente.
Porque la greguería es para todos los críticos el acierto cumbre de Ramón, que no llegó a concretar teóricamente, porque fue incapaz de hacerlo, pero sin despreciar la posibilidad de que tal inconcreción sea un manifiesto gregueresco más. Con la greguería quiso y pudo romper con el pasado y el presente literario de su época para crear una nueva forma de completar y describir el mundo. Convertida en puerto de desembarco de la compleja psicología ramoniana, la greguería ha de verse también como ingrediente imprescindible y recurrente del resto de la obra de Ramón, y, por fin, como molde original del personaje Ramón Gómez de la Serna.
Prolífico escritor y periodista vanguardista español, generalmente adscrito a la generación de 1914 o novecentismo, e impulsor del género literario conocido como greguería. Posee una obra literaria extensa que va desde el ensayo costumbrista o la biografía (escribió varias: sobre Valle Inclán, Azorín y sobre sí mismo: Automoribundia) hasta la novela y el teatro. Su vida y obra es una ruptura contra las convenciones. Es así una encarnación con el espíritu y la actuación de las vanguardias, a las que dedicará un libro llamado Ismos. Su obra es extensa y su eje central son las greguerías: un género iniciado por él, como un conjunto de apuntes en los que encierra una pirueta conceptual o una metáfora insólita. Suelen ser de varios tipos: chistes, juegos de palabras, o incluso también como apuntes filosóficos.
Escribió un centenar de libros, la gran mayoría traducidos a varios idiomas. Divulgó las vanguardias europeas desde su concurrida tertulia en el Café de Pombo inmortalizada por su amigo, el pintor y escritor expresionista José Gutiérrez Solana. Escribió especialmente biografías donde el personaje reseñado era en realidad una excusa para la divagación y la acumulación de anécdotas, verdaderas o inventadas.